Ir con la verdad por delante
es muy cómodo.
Tanto como llegar por fin a casa
y quitarte
unos zapatos apretados.
Tan agradable
como una interminable
ducha de agua fresca
con los ojos cerrados
en un día caluroso de verano.
Tan placentero
como pisar por fin la playa
de nuevo
y sentir la brisa enredarse
en tu pelo.
Tan excitante
como sentir
sobre el cuerpo desnudo y mojado
en el mar
el lamido caliente del viento.
Tan sencillo y tan simple.
Parece mentira
que enseñar tu verdad,
desnudarte,
algo tan pequeño,
gratuito, disponible,
pueda hacerle a una
sentirse
tan libre.
Y que lo contrario,
haga tanto daño.