No las cortéis,
que sin ellas los campos
se me entristecen.
Los artistas se reconocen de inmediato. Y él lo era. Vestido de negro de arriba abajo, con su sombrero cordobés y su andar característico, dejándose caer hacia adelante en cada paso que marcaba, señorial, con sus botas de media caña. Cuentan que, estando de manijero, el dueño lo despidió porque la cuadrilla, en lugar de limpiar las malas hierbas del terreno, dejó las amapolas sin cortar. Según él, sin ellas los campos se entristecían. ¿Puede haber recurso literario más natural y más bonito? A él va dedicado este haiku y en él pensé cuando hice la foto.
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