viernes, enero 15, 2010

Caperucita

Me ha llamado la atención esta animación dedicada al cuento popular. Muy original y divertida, aunque algo estresante...La he descubierto en un sitio muy interesante, Pinzellades al món, en una magnífica entrada recopilatoria sobre ilustraciones de Caperucita Roja.

Slagsmålsklubben - Sponsored by destiny from Tomas Nilsson on Vimeo.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Desde luego que original sí que es... Otra manera de ver a Caperucita. Una lástima que las imágenes pasen a tanta velocidad.

Unknown dijo...

Una perspectiva muy curiosa y sugerente. ¡Qué sitios más chulos descubres!

Leticia dijo...

Realmente muy interesante.

Recuerdos perdidos dijo...

Diferente a todas las caperucitas que he conocido en mi vida.

kaos temporal dijo...

Ejem...por qué siempre tiene que morir el lobo? Es muy injusto :(
Muy bueno el video!
Un saludo!

Anónimo dijo...

No siempre muere el lobo... Ni es siempre el malo:

http://www.7calderosmagicos.com.ar/Druida/Cuentos/Clasicos/caperucitaverlobo.htm

Anónimo dijo...

Aunque quizás ya conozcas esta versión, aquí te la dejo. A mí me encanta: llevo mil años usándola en clase y siempre me ha funcionado estupendamente. Ahí va:

CAPERUCITA AZUL

Aquella niña de siete años, inserta en paisaje alpino, era encantadora. La llamaban por su indumentaria, Caperucita Azul. Sin embargo, su encanto físico quedaba anulado por su perversidad moral. Las personas más cultas del pueblo no podían explicar cómo en un ser infantil podían acumularse la soberbia, la crueldad y el egoísmo de un modo tan monstruoso.
Diariamente sus padres luchaban para convencerla:
-¿Llevarás la merienda a la abuelita?-
- ¡ No! –
Y surgían por toda la casa los gritos y amenazas, es decir, todo lo que surge cuando hay un conflicto generacional.
Caperucita tenía que atravesar todos los días , tras la discusión, un hermoso pinar para llegar a la casa donde vivía sola su abuela. Entraba en casa de la anciana y apenas la saludaba; dejaba la cesta con la merienda y se marchaba precipitadamente, sin dar ninguna muestra de cariño.
Había en el bosque un perro grande y manso de raza San Bernardo que vivía solo y se alimentaba de la comida que le daban los cazadores. Cuando el buen animal veía a Caperucita, se le acercaba alegre, moviendo el rabo, pero ella siempre le lanzaba piedras y el perro tenía que marcharse con aullido lastimero. A pesar de las sevicias, todos los días el perro salía a su encuentro.
Un día surgió una macabra idea en la pequeña pero peligrosa mente de la niña. Empezó a preguntarse el por qué de aquel martirio diario de las discusiones familiares y del camino hasta la casa de su abuela. Ella siempre llevaba en la cesta un queso, un pastel y un poco de miel silvestre; así que comenzó a darle vueltas a una idea: ¿ y si ponía veneno en el queso?. (No, jamás se lo venderían en la farmacia, pensó para sí) ¿ Un disparo? ( No, la escopeta de su padre pesaba demasiado y ella sola no podría manejarla). De repente surgió en su memoria el brillo del afilado cuchillo que su abuela siempre guardaba en la mesita de noche.
La decisión ya estaba tomada. El canto de los pájaros y el perfume de las flores no podían suavizar su odio. Cerca de casa de la abuela apareció de nuevo el enorme y cariñoso perro pero Caperucita, como siempre, le gritó lanzándole una piedra. Cuando llegó a su destino llamó a la puerta y la abuela le contestó:
- Pasa , Caperucita.
La abuela descansaba en el lecho. Unos minutos después se oyeron unos terribles gritos y golpes. Cuando el cuchillo iba a convertirse en un instrumento mortal, la perversa muchacha cayó derribada en el suelo por el pacífico San Bernardo que había saltado sobre ella y allí se quedó inmovilizada por el peso del can. Por el peso y por el temor porque por primera vez un gruñido severo, amenazador, surgía de la garganta del perro.
La abuelita, tras tomar una copa de licor, reaccionó del espanto que le habían producido los hechos y llamó por teléfono al pueblo.
Días más tarde, Caperucita fue examinada por un psiquiatra muy competente de la ciudad y después la internaron en un centro de reeducación infantil. La anciana, por su parte, recogió al perro salvador y llevándoselo consigo se fue a vivir con sus hijos.
Veinte años después, Caperucita, enfermera diplomada, se marchaba a una misión a África cuando fue interrogada por unos reporteros:
- ¿A qué atribuye usted su maldad infantil?- le preguntó un periodista.
- A la televisión- contestó ella subiendo al avión.
Poco después, en África, Caperucita murió asesinada por un indígena que jamás había visto un televisor. Pero había visto otras cosas...

Marian dijo...

Silvia, gracias por el enlace, aunque no he podido verlo de momento (desde el instituto no me funciona, no sé si será cosa del servidor, del enlace..).
Trapisonda, me encanta Caperucita azul. También usaré el cuento en clase.
Y a todos, gracias por visitarme y comentar, ;)